Algo inaudito (para The Best & Brightest).

Supongo que os habrá pasado. Hay canciones con las que uno descansa.

Igual que llegar a casa un jueves, arrojarse sobre el sofá, y suspirar (los viernes son también de arrojarse y suspirar, pero no sobre un sofá).

Suelen ser canciones que obligan a cierta introspección. Intensas pero sanas. Que curan.

Un caldo humeante en pleno invierno.

He recordado cinco.

“And so it goes”, de Billy Joel.

“I can’t make you love me”, de Bonnie Raitt.

“A case of you”, de Joni Mitchell. La versión orquestada mejor.

“In your eyes”, de Peter Gabriel.

Y “Lost soul”, de Bruce Hornsby, acompañado por Shawn Colvin.

La recogida en el recopilatorio “Intersections” es magistral.

Me detengo en la última.

Es un dueto sobre un alma solitaria, sin arraigo en ningún sitio. Atrapada entre dos mundos. Sin posibilidad de ayuda.

Sin consuelo.

Quizá sea la propia canción la que nos lo proporcione a nosotros.

No sabemos si es un niño autista, un anciano melancólico, un viajante de comercio (siempre he pensado que es una profesión muy triste), o “un torero al otro lado del telón de acero”.

Su sempiterno Steinway & Sons, el fondo del Korg M1, una guitarra eléctrica sufriendo suelta, apenas unos escobillazos en la batería, y la algo rota y juvenil voz de Shawn Colvin.

Y de pronto esta estrofa:

Oh, dear Mary, do you remember

The day when we went walking downtown

As I recall, it was in early December

After school had just let out

When I see you on the street in the twilight

I may tip my hat and keep my head down

You show me love, but maybe I don’t deserve it

I’ve been called but not been found

El guionista Rafael Azcona contaba una historia, era un guión incipiente, o a lo mejor era un cuento corto que no llegó a escribir.

Hablaba de un tipo anodino, simple,  que vivía con despreocupada tranquilidad, hasta que un buen día conoce el amor. Algo para lo que no estaba preparado.

El resto de la narración, decía, era pura tragedia.

Pues eso, como aprender a conducir, canciones para aprender a aceptar querer y sentirnos queridos. Algo inaudito, ¿no?